EL PUENTE DE LOS ESPÍAS, de Steven Spielberg: LA GUERRA FRÍA… Y LARGA, Y PESADA
Calificación: 4/10.
(NOTA IMPORTANTE: ESTA CRÍTICA PUEDE HERIR LA SENSIBILIDAD A LOS FANS DE SPIELBERG).
Sin duda, Steven Spielberg es el realizador más clásico de cuantos siguen aún en activo, con la salvedad de otro de los intocables, Clint Eastwood. El primero, al menos, ilumina mejor.
No oculto que este clasicismo desfasado, ramplón y tedioso, como espectador, me irrita sobremanera, pero en Spielberg se une, asimismo, a un maniqueísmo para público de multisalas, al frecuente mensaje de “América salva al mundo entero” y, por supuesto, al excesivo metraje, que otros directores de la llamada “generación Magnolia” como Paul Thomas Anderson, Sam Mendes y Michael Mann, que en pocos años harán el mismo cine que Spielberg y Eastwood –si es que no lo hacen ya-, también la consideran un garante infalible de calidad cinematográfica, por citar solo los casos más flagrantes.
A ninguna de estas características se escapa El puente de los espías, un mamotreto ambientado en los primeros sesenta con un diseño de producción extraordinario y carísimo; un Tom Hanks al que, junto con la papada, se le va inflando la certeza de que basta con estar ahí y ser él para conducir una película delante de la cámara; y una segunda parte llena de reiteraciones y de ritmo exasperante.
Hasta entonces, hay un prólogo que se sigue con interés, ya que no con apasionamiento. Después sobreviene una primera parte, la del juicio al espía ruso Rudolf Abel en los Estados Unidos, donde ya se empieza a ver el plumero maniqueo pero que, al menos, mantiene el tipo. Pero luego el abogado protagonista, James B. Donovan, ha de viajar al Berlín Oriental para proponer un canje por Abel, lo cual se nos cuenta con todo lujo de detalles y sin dejarse una coma. Y aquí descubrimos otra de las características del cine del autor de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal: se trata de uno de esos narradores que, cuando cuenta algo, no puede omitir ni el detalle más insignificante (el robo del abrigo, por ejemplo). Es posible que Spielberg revisitara la obra de Jacques Tati para rodar la mucho más entretenida La terminal, pero al francés que en realidad debería empollarse es a Bresson, para aprender los nobles artes de la elipsis y el fuera de campo.
Por desgracia, y como espectador acostumbrado a un cine más moderno y rítmico, esta segunda parte me deja tan exhausto que apenas llego al final pudiendo mantener la atención sobre la pantalla.
Spielberg, autoproclamado responsable de hacer inteligibles al espectador medio-bajo grandes temas como el holocausto (La lista de Schlinder), la esclavitud (Amistad) o los albores de la democracia americana (Lincoln), ha pretendido hacer lo propio con la Guerra Fría. Aparte de todo lo dicho, El puente de los espías tiene un aire de celuloide trillado, repetitivo e innecesario en su solemnidad aparatosa.
En resumen: cine de alabanza por inercia y de ese que, si se emite un domingo de sobremesa, a uno le da tiempo a ir a la cocina, al baño y a jugar con el smartphone sin perderse con la trama. Si uno se lo salta ahora, o incluso en ese pase de sobremesa, no se ha perdido gran cosa… hablando figuradamente, claro está.
* EL PUENTE DE LOS ESPÍAS (2015). DIRECTOR: Steven Spielberg. INTÉRPRETES: Tom Hanks, Mark Rylance, Amy Ryan, Alan Alda, Scott Shepherd,Sebastian Koch, Billy Magnussen, Eve Hewson. NACIONALIDAD: EE. UU. La película se estrena mañana viernes 16 de octubre. Sin enlaces de descarga por el momento.
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