Edificio Metropolis

Esta es una actualización que tenía en la cabeza desde hace unos días, pero que por circunstancias personales no he podido plasmar hasta hoy, y con la que me aparto de mi temática habitual de cine.

Más o menos desde que conocimos el fracaso del Comité Olímpico Español de cara a los próximos Juegos de 2020, a todo el mundo le ha dado por cebarse con la alcaldesa -merecidamente en mi opinión- y con la ciudad que presuntamente gobierna, identificando a esta primera con la segunda. Al principio di la razón a alguno de los francotiradores y hasta me congracié con él, como sucedió en Facebook con el cantante de Ellos, Guille Mostaza (transcribo tal cual):

«Señores y señoras, amigos y familiares:

Oficialmente abandono la ciudad de Madrid. Aún no tengo claro a dónde voy a ir, pero desde luego no quiero vivir más en un sitio donde el transporte ‘público’ es un timo, la vivienda aún más, los tomates saben a agua, cada día se respira más mierda, las salas de conciertos, cines y vida cultural se mueren lentamente, se inventan un impuesto nuevo cada vez que les da la gana (el último el de la basura), se llena de parquímetros y gente poniendo multas con el único afán de recaudar, las paradas de metro empiezan a tener nombre de compañía telefónica, las calles se amueblan con franquicias multinacionales, el ocio nocturno se ha capitalizado de manera feroz, el pequeño comercio es apuñalado hasta la muerte, el fútbol se pasa todas las leyes por el forro, el ruido de las obras tapa la poca música que se puede escuchar y que, encima, tenga (esta ha sido la gota que ha colmado el vaso) a tal señora como alcaldesa. Se están cargando Madrid, con lo bonita, imprevisible, animada, creativa y efervescente que venía siendo al menos desde que yo la conozco».

Después vino un tendencioso –valga el epíteto innecesario- artículo de El país, en el que incluso se llegaba a comparar la capital con Barcelona, y Madrid no salía demasiado bien parada en la comparación. Por fortuna, contamos de nuevo en la Red con las columnas de Juan Carlos Girauta, y en una de ellas el periodista y escritor oriundo de la Ciudad Condal desmiente del todo esa visión boyante y alegre de la misma, que, por cierto, yo no piso desde hace unos siete años.

Y eso me ha dado una pista: en realidad, Madrid está igual de degradada que Tarragona, Socuéllamos, Teruel y desde luego Cádiz, pero ninguno de estos municipios tiene de alcaldesa a la manirrota, desalmada e incompetente de Ana Botella. Y claro, hay que hacer leña del árbol caído.

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A El país, como no podía ser de otra manera, le siguió una troupe de blogueros que omitiré por falta de espacio e interés. Mucho más preocupante me parece lo del artículo de la página web Madriz titulado La decadencia también es musical, y no solo por lo objetable de muchas de sus observaciones, sino porque estas carecen de cualquier conclusión. El autor, Jon Pagola, no se atreve a llegar más lejos, pero yo desde luego sí: la decadencia en Madrid también es musical es porque a los jóvenes madrileños la música les importa un bledo, igual que a los jóvenes tinerfeños, coruñeses, esteponeros o tudelanos, no digamos ya a los estudiantes de la universidad de La Rioja

Está claro que los que han prolongado la crisis en este país han conseguido uno de sus principales objetivos: tener a un pueblo/electorado aún más indolente y gregario, lo que ha afectado especialmente a los menores de 30. A los jóvenes madrileños la música les importa una mierda porque sus aficiones básicamente son estas tres: juntarse en manadas para correr detrás de una bandera (me da lo mismo cuál), a ser posible ocasionando destrozos; juntarse en manadas para beber en la calle, a ser posible ocasionando destrozos; y el fútbol, a ser posible ocasionando destrozos. 

Dudo mucho que a los clones de Cristiano Ronaldo que pueblan el templo de Debod las noches del fin de semana para hacer botellón les interese la música más allá de descargarse en el móvil algunas de Pablo Alborán y de Reggaetón, pero ni siquiera se puede fiar uno de los supuestos entendidos y melómanos. Pagola menciona con fervor a Pj Harvey o Primal Scream, cuyas carreras distan mucho de encontrarse en su cénit, pero hay cosas más preocupantes: los míticos Primitives, que el año pasado sacaron al mercado en un sello español un pletórico álbum de versiones, tuvieron que aplazar la fecha de su actuación en Madrid por la escasa venta de entradas. Al no menos mítico grupo punk The Vibrators, los que fuimos a verles la primavera pasada a la difunta sala Nasti no llegábamos ni a cien. Y la primera vez que tocó en la capital la exquisita Simone White (foto inferior) como telonera de los mediocres Veronica Falls el pasado enero, la cantautora, con su música límpida y preciosista, provocó que varias personas se levantasen de sus asientos en el teatro Lara.

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Yo casi lo prefiero así, que en los bolos que me interesan no haya mucha afluencia, porque otro tema es cómo esta gente se comporta durante la actuación de unos músicos que ha pagado por ver. En el último concierto que asistí, casi tengo que sacar a la calle a un individuo que llevaba todo el rato dando la espalda al escenario y al resto de la gente para estar formando un círculo con sus amiguetes mientras «bailaba» empujando a todo quisque, incluyendo a mi acompañante femenina.

Sin embargo, las dos omisiones más flagrantes de Pagola son la de la tragedia del Madrid Arena y la de la batalla campal que se montó en el festival MTV Beach de Madrid. Tal vez no le venían bien a su “tesis”…

Y, por cierto, la sala Wurlitzer resulta, desde luego, significativa (ahí he asistido a algún concierto apoteósico como el del grupo de Revival Mod The Lambrettas), pero no la única que ofrece actuaciones musicales a buen precio (¿dónde queda la infatigable Siroco?). La mención de Juanita y Los Feos como único grupo madrileño de calidad en diez años no merece mayor comentario, y eso que uno de sus componentes, Adolfo Párraga, es un gran amigo mío. Desde aquí le mando un saludo, y también a los grupos madrileños Trono de Sangre y Toundra, por decir solo dos de reciente cuño.

Me dejo por mencionar los bares musicales (yo sigo colaborando con uno como Dj), en franca decadencia por el avance del botellón y el terrazón, pero también porque con la música no se oye a los comentaristas del derbi Madrid-Barça. Y mejor otro día hablo de las tiendas de discos…

Respecto a la expresión de Pagola “porque estás en el paro, pagas un alquiler de 500 euros y el Carrefour Express que está al lado de tu casa se come tu subsidio de desempleo”, me sirve perfectamente para poner fin a estas líneas. Si esto es así, es porque todo el mundo sigue votando cerril y compulsivamente al tripartidismo, que se ríe de nosotros en nuestra cara. La culpa no es de Ana Botella, sino de los que la votaron, incluyendo a muchos clones de Cristiano Ronaldo que hacen botellón en el templo de Debod. La culpa de que a los jóvenes (insisto, no solo a los madrileños, sino a los de toda la Piel de Toro) no les interese más la música que el fútbol es solamente de ellos. Y la culpa de que a los pocos que les interesa prefieran a Hola a Todo El Mundo que a los Primitives, o de que hagan un círculo con sus amiguetes durante un concierto, es solamente de ellos. Basta ya de esa mentalidad tan 15-M de pensar que el populacho, y más en masa, siempre tiene razón y nunca responsabilidades. Y, desde luego, va siendo hora de que dejemos de disparar flechas al aire y asumamos nuestra parte de culpa, y eso va también por los articulistas de la web Madriz

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